jueves, 17 de julio de 2014

#tbt 2: Colonia (o cuando volé sin tarjeta de embarque)

Esta semana he tenido un par de noches de insomnio. Yo digo que es por el calor, pero mi padre siempre dice que eso es "que no tienes la conciencia tranquila". El caso es que en una de esas noches me puse a revisar el blog y qué ganas de irme a fotear otra vez me entraron. Este finde agarro a madre y con toda la canícula nos ponemos a ello, que ya toca. 

Una semana después, vuelvo con esta idea del #tbt. Hoy regreso a Colonia (Köln, Deutschland) donde están aún dos de mis amigas pasando su año Erasmus. Yo fui a verlas en abril y ellas llevaban allí desde septiembre, así que ya por entonces se conocían Köln como Zaragoza. Viajé con Norwegian Airlines y el vuelo se me hizo cortísimo porque esta compañía tiene WiFi en sus aviones (sí, yonki digital al habla). 

 Típica vista de Colonia después de cruzar el puente de los millones de candados

Solo hubo un pero que, en realidad, no tuvo ninguna consecuencia. Yo, que hasta entonces solo había volado con Ryanair, no caí en que tenía que imprimir la tarjeta de embarque en una moderna máquina del aeropuerto de Oslo Gardermoen. Total, que me planté en el avión sin tarjeta de embarque y solo con el reguardo de compra del vuelo -documento que tenía un código de barras y que los señores de los controles emplearon para dejarme pasar, no todo fue culpa mía, que a mí nadie se me quejó del papelico. Cuando entré en el avión y una amable azafata se dispuso a acomodarme, no encontró mi tarjeta de embarque en la que supuestamente ponía mi número de asiento. Huí de ella con un "ya encuentro yo el sitio, gracias" y recé por que nadie me echara del avión antes de que despegara.


Más allá del pequeño incidente (aka pacomartinezsoriada), servidora apareció en Alemania y empezó a ver carteles con todas las palabras acabadas en -EN y a pasar calor porque bajé del avión como si viniera de Polo Norte. Ojo, que no andaba tan lejos. 


La alegría de salir a la calle sin una manta zamorana aún me pone los pelos de punta.

Era mi segunda vez en tierras germanas y aunque nunca me han atraído especialmente su cultura ni su lengua, las dos veces que he estado allí me han tratado fetén. Bebí cerveza barata (lágrimas de emoción), vi la primavera que a Oslo llegó meses después, encontré conejitos salvajes en el pueblo en que viven mis amigas, comí carbonara casera y tomé tarta de queso mientras jugaba al trivial en alemán gracias a mis estupendas traductoras. 




          En Oslo había un graffiti exactamente igual que este y bueno, de ahí mi carica de felicidad. 

Sí, también visité su enoooorme catedral gótica y me encantó su barrio moderno llamado Ehrenfeld con tiendas de quincalla bien colocada que aunaban lo kitsch y vintage en perfecta armonía.

Todo estaba verde y bonito y no paré de hacer fotos, así que seleccionar menos... ha sido imposible.

jueves, 10 de julio de 2014

#tbt 1: Estocolmo

Circula por las redes sociales una tendencia conocida como Throwback Thursday o #tbt en su versión corta. Consiste -como supongo que muchos ya sabréis- en colgar una foto antigua para recordar lo buenos que eran los viejos tiempos, lo mucho que echamos de menos a alguien o las ganas que tenemos de que llegue el verano. 

Yo, que tengo mi blog abandonado desde hace muchos meses, he pensado en aplicar el #tbt y hacer un post semanal (cada jueves, obviamente) con alguna de mis fotos viejas (viajes, tiempos mozos, mi querido Erasmus...) para obligarme a actualizar y no dejar esto así de muerto. Así que empiezo hoy y... ¡a ver lo que me duran las buenas intenciones!

Lo fácil ahora que se va a cumplir un mes de mi repatriación sería dedicar este primer post a Oslo y a uno de sus preciosos rincones, pero como corro el riesgo de ser muy plasta y ya tendré tiempo para hablar de Fjordland, hoy el #tbt va por Estocolmo. 

Mi #bff (hashtag-locura y parishiltonismo, sorry) y yo nos fuimos la primera semana de febrero a la capital sueca. Es preciosa y tiene rincones maravillosos de esos de las ciudades de edificios bajitos de la vieja Europa. Está compuesta por varias islas y tiene uno de los cascos históricos (gamla stan en sueco) más bonitos que he visto. 

Para enamorarse de sus edificios que parecen palacetes y no querer marcharse de allí.
 La botella de agua en el bolsillo, que no falte. Turista style. 
 ¿La calle más estrecha de Europa? Hagan apuestas...

Ahora mismo volvería para disfrutar de la ciudad sin abrigo ni botas y ver suecas con coronas de flores celebrando fiestas veraniegas (que, intuyo, harán como buenas escandinavas). 

Las dos últimas imágenes se las he cogido prestadas a mi compi. ¡Que se luzcan sus fotos!

Besicos y hasta la próxima :)