Ayer volví a esta calle del casco histórico de Zaragoza (el segundo más extenso de España, solo Sevilla nos gana) y comprobé cómo las ciudades cambian al ritmo de las estaciones. No parecía la misma calle que pisé en febrero. No hacía viento, había novios fotografiando el día de su boda, eran las ocho de la tarde y el sol seguía luciendo (en febrero, el sol se fue a merendar y no volvió hasta el desayuno).
Y mientras las ciudades se mueven al compás de las estaciones, nosotros tenemos que seguirles el ritmo. El abrigo de febrero no le habría gustado al Arco del Deán ayer, como el vestido de ayer no le habría convencido a la farola a la que le encantó el abrigo.
La otra visita la podéis ver aquí.
Y si sois de Zaragoza y no habéis paseado por esta zona daos prisa, porque es delito.
Julio 2013
EVA